lunes, 12 de diciembre de 2011

Capítulo 2

No he pegado ojo en toda la noche. No hago más que escuchar los gritos de la rubia y del camarero. La chica no duró mucho tiempo pero el camarero, o el tipo de debajo de la mesa no estoy muy seguro, no paro de gritar y suplicar. Doy gracias a dios por no entender lo que decía. Aunque me lo puedo imaginar. Por un segundo pensé que lo conseguiría. Creía que había borrado de mi mente todos los detalles de la noche del jueves, pero ahora despierto y con la luz de la mañana entrando por la ventana es como si estuviese rebobinando la cinta y pasándola una y otra vez. Sigo sin tener muy claro, que parte es vivida y cual es un sueño. Aunque también me ha dado tiempo a pensar en algunas alternativas. La que más me gusta es la siguiente:
Jaume, Ellen, la consultora irlandesa y yo habíamos quedado para cenar en un restaurante del centro. La idea era cenar y luego tomar unas copas. Fue una propuesta de Jaume. A la irlandesa le encanto la idea. La chica era un encanto, tenía una belleza muy británica pero era guapa y muy maja, debía de tener un par de años menos que yo. Creo que a Jaume le gustó más que a mí. Aunque también creo que a ella quien le interesaba realmente era yo. Si, estas cosas pasan. Incluso a mí. Después del restaurante nos fuimos a un bar de copas cercano. Ellen y yo habíamos sido generosos con el vino y nos habíamos pasado la cena riendo y diciendo bobadas. Jaume ya había cambiado de idea y estaba muy cansado. Aún así entro en el bar con nosotros. Pedio las copas mientras Ellen y yo fuimos a baño. Hasta aquí todo bien. Ahora viene mi teoría. Por alguna razón Jaume me echo (o a lo mejor a ella, o a los dos) algo en la bebida. Acido, anfetamina o algo para “estimularnos”.
Al rato él dijo que estaba muy cansado y que se volvía al hotel. Ellen y yo nos quedamos. No paso nada entre nosotros. Estuvimos hablando tranquilamente, entonces ella me dijo que estaba casada y me habló de su marido. Estaba pensando en tener un hijo y no sabía muy bien qué hacer con el trabajo. Nos tomamos otra copa y después nos fuimos. Su hotel estaba en dirección opuesta al mío, así que deje que ella cogiera el primer taxi. Se despidió con un beso en la mejilla y diciendo que se lo había pasado genial. Me dio su teléfono y dirección y me dijo que si iba a Dublín, la llamara. Yo la dije lo mismo de Madrid. Y entonces es cuando debieron hacer efecto los alucinógenos. Porque en lugar de coger un taxi, comencé a caminar bajo el frío, hasta que estuve lo bastante congelado y vi una cervecería abierta y entre a calentarme y tomarme la última.
El bar estaba casi vacío. Contándome a mi no llegaríamos a la decena de clientes. Me fui hasta la barra y me pedí una jarra de cerveza. Cuando llevaba la cerveza por la mitad la vejiga me reclamo su tributo. Desde que entré se había marchado una pareja y había entrado otro tío, un alemán rubio y grandote. Había una rubia que no paraba de reír y de cantar y de coquetear con todo el mundo. Era bastante patético, porque estaba muy borracha y encima no era lo que se dice una belleza. Así estaba el bar cuando entre al baño. Creo que ocho personas en total. Me imagino que en el camino al baño la sustancia activa del MDMA hizo su efecto. A partir de ahí alucine hasta llegar al taxi. Esa es mi explicación. No había muertos, no había sangre por todas partes, no había un monstruo en cuclillas apoyado en la barra devorando los intestinos de la rubia borracha. Las pintadas con sangre de la pared, podían ser cualquier cosa a la que le hice una foto. Esa es la explicación. Los monstruos no existen y tampoco van a cervecerías a tomar la última.

Me conecto con el portátil a internet, busco en Google los diarios alemanes. Si no recuerdo mal el Munich Times es uno de ellos. Me lleva un buen rato encontrar algo útil. Sigo con el problema del alemán. De momento busco en ingles. Mientras me preparo un café y me como unos bollos. Conecto la televisión y busco el canal alemán por satélite. Lo dejo puesto de fondo sin mucho entusiasmo.
Respuestas encontradas: European gay & lesbian multisport championships in Munich 2004. ... (campeonatos europeos multideportivos de gays y lesbianas en munich 2004)... va a ser que no. Muchas noticias de negocios pero ninguna de sucesos. Necesito el alemán para eso. Por fin algo:
Haidhauser Nachrichten – periódico mensual de Munich-Haidhausen (en Aleman).
Munich Times
Sueddeutsche Zeitung – en alemán también, diario.
Sueddeutsche Zeitung, ¿cómo demonios se pronunciara esto? Parece que los alemanes no son tan morbosos como nosotros. No hay sección de sucesos. Miro primero en el de hoy. No creo que ayer les diera tiempo a cerrar la edición con la noticia. Una foto me da la pista. Copio todo el texto y lo llevo a un traductor. Podéis descartar la idea de las alucinaciones al menos en lo que a los crímenes se refiere. En el texto hablan de cinco asesinatos, uno más de los que yo conté. Sigo leyendo en busca de algún dato importante. Al parecer la policía atribuye la matanza a un ajuste de cuentas entre mafias.
Según el periódico el dueño del bar estaba metido en el tráfico de drogas. Vuelvo a leerlo pensando que el traductor ha equivocado las palabras. Todo es correcto. ¿Un ajuste de cuentas? No da datos sobre los asesinatos, ningún detalle ni de la forma en la que fueron asesinados.
Un pensamiento empieza a rondar mi cabeza. En realidad son dos: leyendo el artículo da la sensación de que se están ocultando los hechos. Por lo menos a mí que estaba allí. Pueden engañar a una señora de Dusseldorf y a todo Munich si quieren, pero no a mí. Si es cosa de la prensa o de la policía, de momento se me escapa.
Y el otro pensamiento. Mucho más terrible y oscuro. Nada agradable, la verdad. Seguro que vosotros también habéis pensado lo mismo.
¿Y si fui yo? Podría ser. Dicen que los esquizofrénicos son capaces de proyectarse sobre si mismos. Pueden verse desde fuera como si fuera otra persona la que están viendo en lugar de ellos mismos. Y yo podría haber visto a un bichejo horrible, cuando en realidad era yo mismo quien estaba sobre la barra destripando a la pobre chica.
Me gustaba más la explicación de las drogas alucinógenas.
Mi otro yo (el racional) se fue al baño, mientras mi yo esquizofrénico (y psicópata) se quedaba en el bar matando a toda esa gente. Y solo nos cruzamos durante un breve periodo de tiempo. Supongamos por un segundo que fue lo que paso. Entonces como mate a toda aquella gente. Cinco personas nada menos. Incluido el camarero un tío que me tumbaría de un soplido. Debería haber usado algún tipo de arma, sino una pistola por lo menos un cuchillo o un hacha. Si mate a esas cinco personas, debería haberme manchado un poco de sangre. Definitivamente prefiero la historia de las drogas alucinógenas.
Si voy a hacer esto lo voy a hacer bien. Voy hasta la maleta y cojo el traje que llevaba el jueves. Lo examino con cuidado y lo único que encuentro es unas manchas de color negro en la culera y unas manchas rojas en la pernera. No es necesario hacer un análisis para ver que es sangre. A penas hay unas gotitas. Busco en la camisa y en la chaqueta: nada. ¿Cómo pude hacerlo? Estrangule a cinco personas, una detrás de otra. Y si fue con una pistola, ¿como la conseguí? Como pude llegar a Munich con una pistola en el avión. Lo que significaría que la conseguí allí. A lo mejor el camarero la tenía debajo de la barra. Me metí en la barra cogí su pistola, me cargue al camarero, a la rubia y a otros tres. Lo que me lleva a una nueva pregunta, ¿donde están las al menos, tres personas más que había en el bar cuando yo fui al baño? Lo lógico es pensar que huyeron pero el periódico no dice nada. Puede que sea una información que se reservan. Por último me queda la posibilidad de que yo sea el monstruo (además de esquizofrénico). Mis piernas parecen normales. No me veo garras por ningún lado, ni en las manos ni en los pies. Puedo tener orejas de soplillo, lo que dista mucho de que sean puntiagudas y sobresalgan de la cabeza más de 10 centímetros. Me miro al espejo. Puedo ser feo pero no veo a un gremlim de color marrón de un metro ochenta de altura. Creo que puedo ir descartándome como sospechoso.
Descartado lo racional, solo queda lo imposible. Así que me lanzo a ello con pasión. Comienzo buscando en internet. Si es raro y absurdo estará allí. Comienzo con esoterismo y continúo con Parapsicología y Ciencias ocultas. De momento me reservo la posibilidad de los extraterrestres. Me lleva toda la mañana. Tengo los ojos rojos de leer en foros y chats a pirados que se inventan lo que sea por echar un polvo. O bien porque se aburren mucho. Me tiro así varias horas. He hablado con un par de tipos que parecen serios, he pasado la foto al portátil y se la he mandado a uno de ellos para que descifre los signos. Primero empecé buscando cosas parecidas a lo que había vivido, dos horas después todo me parecía plausible. Ovnis, fantasmas, vampiros. Es increíble lo fácil que es hacer “amigos” a través de la red. Luego he colgado la foto en otra pagina para ver si alguien se anima y me dice algo. Entre las noticias que he estado mirando, solo una me ha llamado la atención. Recordaba vagamente la noticia. Desde luego la recordaba menos catastrofista de lo que la he leído hoy. Me ha dejado un poco intrigado. Se acerca la semana santa y quizás me acerque a Burgo de Castro. Por curiosidad.
Sucedió el verano pasado en un pueblo de Huesca. La versión oficial (me he molestado en buscarla) es que la iglesia se prendió fuego debido a una representación teatral que se hacía en ella y murieron mas de 80 personas. La extraoficial habla de una panda de fanáticos encapuchados pertenecientes a alguna secta que llegaron al pueblo y comenzaron a degollar a todo aquel que se cruzaba en su camino y cuando la gente se refugió en la iglesia, estos la prendieron fuego. La guardia civil llego y les dio caza, aún así varios guardias civiles resultaron muertos. En total más de 100 muertos. Y luego está la versión de internet que circula por correos electrónicos, y ya convertida en leyenda urbana. Esta cuesta un poco más asimilarla, ya que habla de caballeros templarios que se levantan de su tumba y liquidan en una noche a medio pueblo en una orgía de sangre y fuego. En esta los muertos llegan a 300. Esta última versión me habría parecido una mamarrachada la semana pasada, pero ahora por alguna razón me parece que tiene sentido. Lo que está claro es que pasara lo que pasara la prensa no le dio mucho bombo y eso que estas cosas les encantan.
El teléfono me arranca de mis elucubraciones esotéricas. Es Emilio. Él y su mujer han quedado con Manu en un bar del centro. Alberto y Diana ya lo saben. Yo tengo que avisar a Antonio. Le digo que de acuerdo, que en un rato lo llamo. Cuando cuelgo a Emilio me doy cuenta de que son las cuatro y media de la tarde. Ni he comido, ni me he vestido. Me estiro y me desentumezco un poco. Bajo a un bar que hay cerca de casa a ver si me pueden hacer un buen bocata con todo. Me lo subo y sigo delante del ordenador. Cambio de música. Pongo a Johny Cash, que canta con su guitarra sobre el fin del mundo mientras me sumerjo en las cloacas de la red. Por alguna razón me parece apropiado.
Hay toda una panda de fanáticos anunciando el Armaggedon. Los signos son evidentes, según ellos. Dios se ha cansado de nosotros. Ya le hemos hinchado las pelotas lo suficiente y los cuatro jinetes del Apocalipsis recorren el planeta. Me pregunto si alguno tiene forma de gremlim gigante. Esta gente necesita echar un polvo. Con urgencia.
Pienso en que biblioteca tendrán algo que me sea de utilidad. Pienso en mitología, cuentos populares y leyendas. Pienso en la Biblia y el Corán. En todos ellos hay monstruos. ¿Será mi gremlim homicida alguno de ellos? Ahora que lo pienso bien, yo también necesito echar un polvo. Con urgencia.

Una hora mas tarde estoy en una librería del centro, cargando con varios libros de leyendas, mitología y uno del tarot. Vaya títulos: “El libro tibetano de los muertos”, un clásico según el dependiente. “Demonológica para principiantes”: Nunca se sabe. Solo me falta comprarme un gato negro para parecer un maldito pirado.
Vuelvo corriendo a casa, la M-30 esta impracticable. Le piso al llegar al barrio. Casi no tengo tiempo para arreglarme y llegar a donde hemos quedado. Mierda, y no he llamado a Antonio. Marco el número en el móvil, mientras subo del aparcamiento. Antonio me dice que ya le ha llamado Manu.
-Bueno, entonces allí nos vemos.
Le cuelgo sabiendo que llegare tarde. Llego a casa y me desnudo hasta llegar a la ducha. Me relajo con el agua caliente. Cálmate un poco, tío. El mundo seguirá girando aunque no hagas nada. Dios, tengo que hacer algo con esta tripa.

Las luces brillan y la gente baila. A penas escucho a Diana mientras me cuenta algo. Es algo de sus niños. Hay cierta edad en la que los amigos solo hablan de sus hijos y sus hipotecas. Todos tenemos una copa en la mano. Acabo la mía en unos tragos. Lo necesitaba. No es lo mismo contar a unos pirados a los que no vas a ver en tu vida a través del teclado lo que te ha pasado, que contárselo a tus amigos. No creo que estén preparados todavía para oírlo. Podría contar una versión edulcorada, sin monstruos. Estoy intentando que mi mundo no se venga abajo pero se hace francamente difícil. La mujer de Emilio me saca a bailar en una canción, tan solo para comprobar lo pato que soy. Se cansa pronto. Hoy soy probablemente la peor compañía del mundo. Comienzo a buscar entre la gente a alguien sospechoso. Algún indicio, algo que me diga que no me estoy volviendo loco.
Manu en la barra me habla de la chica con la que estuvo ayer. Me dice que le gusta de veras. Quiero centrarme en lo que dice. Parecer realmente interesado. Mi cabeza está en otro lado. Le digo que eso está bien y me pido otra copa. Si no consigo olvidarlo por lo menos me alcoholizare.
Creo que estoy borracho. Estoy mareado y se me va la lengua al hablar y acabo de decirle a Antonio que no estoy borracho. Prueba definitiva de que lo estoy. La última vez que estuve así murieron asesinadas cinco personas, ¿que pasara hoy?

Me levanto de la cama. El sol entra con ganas a través de las persianas. Me duele la cabeza. Son las dos de la tarde. No creáis que esto es algo habitual en mí. Soy un bebedor social. Nada más. Fines de semana, cenas especiales y acontecimientos sociales. El resto del tiempo soy abstemio. Me tomo un gelocatil.
El dolor se ha ido, el mareo permanece. Recuerdo que Emilio, Mari, Alberto y Diana se fueron y me quede con Antonio y con Manu y que fuimos a tomar otra a un bar de Huertas. Lo que no recuerdo es quien condujo, ni quien me trajo a casa.
“Tiene dos mensajes sin leer”. Muchas gracias. Vaya uno de los tipos a respondido a mi petición de traducción del mensaje. Abro el correo. Es un mail largo. Mosquis. Respondiendo a la petición que hiciste ayer... bla, bla, bla... probablemente no creerás estas palabras... bla, bla, bla... escritas en una lengua muerta (¿porque todas estas cosas siempre están escritas en lenguas muertas?, por el amor de dios si todo el mundo habla inglés.)... de hace mas de 3000 años antes de Cristo, ...en la antigua Mesopotamia se creía...
Y finaliza diciendo:
Estas en grave peligro te recomiendo que te pongas en contacto conmigo lo más breve posible.
No firma la carta.
Lo que hace la gente por una mamada. Maldito chiflado. Ni siquiera me cuenta lo que dice el mensaje, para eso tengo que reunirme con él personalmente. Ya me lo conozco yo eso. También vi esa película. Por la forma de escribir el tipo pasa de los cincuenta y muchos y está muy solo. Ni siquiera deja una dirección, ni un teléfono, solo su dirección de correo. Por lo menos es discreto. Estando en la situación que estoy me encuentro abierto a casi todo, pero no puede ser tan típico como un demonio sumerio o algo por el estilo (es lo que suele ser en estos casos en las películas). Bueno, a lo mejor un demonio sumerio en una cervecería de Munich no es lo que diríamos típico, pero esa no es la cuestión. La cuestión es que yo suelo votar al PP, menos en las ultimas que vote al PSOE, conduzco un Audi, soy del Madrid, pago la hipoteca de mi casa regularmente, no creo demasiado en Dios y en que haya algo después de morirnos, y me niego a creer en demonios sumerios. Es una cuestión de principios. Sería como aceptar que la tierra es plana.
El tipo también pide a los creadores de la web que retiren la foto por su bien en varios mensajes. Escribe bien, podría llegar a engañar a alguien más influenciable. Hay que tener cuidado con esta gente.
Apago el ordenador y me voy a vestir. He decidido ir a comer a casa de mis padres. Antes les telefoneo. Están encantados con la idea. Bajo al aparcamiento. El Audi está allí. Así que yo traje el coche de vuelta. Que inconsciencia más grande.
Paso el resto de la tarde del domingo en casa de mis padres. A mi madre se le ha ido la mano con la sal, cada día está peor. Después de comer me echo una siesta en mi vieja cama. Me sienta bastante bien. A media tarde vemos el partido del Madrid. Mi madre es la que más grita de los tres. Ella es quien hace la cena, esta vez el pescado está en su punto. Un rato después me despido de ellos. Mi madre intenta convencerme para que me quede a dormir, yo le contesto que mañana tengo que madrugar. Les beso y me voy. A ver si consigo dormir esta noche.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Capítulo 1

Esto no es verdad, esto no está pasando. Estoy ya en mi hotel, en la cama, borracho y durmiendo. Pero esto no está pasando. Repito: esto no está pasando. Hace un segundo estaba meando en el baño de una cervecería del centro de Munich y ahora salgo y en frente mío, hay un tipo tirado en el suelo. Tiene en el cuello una herida abierta de unos veinte centímetros. No tiene buena pinta. El tipo tampoco. De hecho parece bastante muerto. Y no es el único. Una chica rubia que hace unos minutos coqueteaba con medio bar ahora está desparramada por la barra. Tiene las entrañas por fuera y algo se las está comiendo. Como esto no está pasando me doy la vuelta y vuelvo a entrar en el baño. Me encierro en el retrete y espero a que los gritos cesen. Me siento en la taza. Repaso mentalmente las cosas que tengo que hacer mañana. La primera es coger el avión de vuelta a Madrid. La segunda es tirar estos pantalones y la tercera olvidarme de lo que acabo de ver.

Me quedo sentado unos diez minutos. Miro en el móvil la hora. Hace siete minutos que no se escucha nada. Estoy dispuesto a quedarme aquí sentado hasta mañana si hace falta. Esta película ya la he visto. Ahora es cuando la incauta víctima abre la puerta del baño pensando que ya ha pasado todo y el monstruo aparece de repente y se lo come. Por no haberse estado quietecito, y por impaciente. Pues como estoy en la habitación 237 del hotel Regent, tumbado en la cama, y soñando que estoy encerrado en el retrete me pongo a jugar con mi teléfono. Busco en el menú de juegos alguno que parezca entretenido. Es la primera vez en mi vida que lo uso. También es la primera vez en mi vida que espero en el baño a que un monstruo acabe de darse un banquete en un bar. Siempre hay una primera vez para todo, supongo.

Ha pasado más de media hora y sigue sin escucharse un alma. Se me ha pasado por la cabeza llamar a la policía. Pero no hablo nada de alemán y no sé si me voy a poder defender en inglés sin hacer mucho ruido. Y ni siquiera sé cual es el número. Este sueño empieza a cansarme. Me levanto y salgo del retrete. El baño sigue en calma. Avanzo hasta la puerta, con dos dedos la empujo y entreveo lo que hay fuera. Parece que todo ha pasado. Agudizo el oído. No se oye ni el zumbido de una mosca. Miro hacia el suelo y veo un gran charco rojo. Si es lo que parece, creo que no tengo ganas de ver más. Mi sentido común me dice que vuelva a mi escondite y me quede allí hasta que llegue la policía. Y eso es lo que quiero hacer pero hay algo que tira de mi. Algo que no recuerdo que hubiera estado ahí antes. ¿Valor? Dejémoslo en inconsciencia mezclada con curiosidad y con un toque de culpabilidad. Sírvase frío a ser posible.

Aquí estoy, en medio del bar. No parece haber nadie más. Al menos nadie con vida. Procuro no posar la vista sobre la chica de la barra. Alguien se ha dedicado ha pintarrajear las paredes con la sangre de uno de estos pobres infelices. Cuento cuatro en total. El tipo de la herida en el cuello, la chica de la barra, el camarero, que está empotrado en la estantería para las botellas y ha mezclado su sangre con varios licores en un espantoso mural. Por último, casi a la entrada bajo una de las mesas, hay un cuarto cuerpo. No lo reconozco, nadie lo hará ya. A medida que avanzo mis zapatos van pisando la sangre que corre bajo mis pies. Procuro dar pasos cortos y certeros para no salpicarme los pantalones. De acuerdo que los voy a tirar pero no es plan volver al hotel cubierto de sangre hasta las cejas. Miro de nuevo a la pared. Hay una especie de inscripciones hechas con sangre. Parecen símbolos. Me llevo la mano al bolsillo y las hago una foto con el móvil. Bonito souvenir de mi viaje de negocios. Disculpad si estoy un poco sarcástico pero es que esto no me ocurre a menudo.

Unos pasos más y estaré fuera. Cuando esté a salvo avisaré a la policía. Lo juro chicos. Esto último lo digo en voz alta. Una vez toco el pomo de la puerta y comienzo a abrirla comienzo a respirar con normalidad. Afuera hace frío. Una bocanada de viento helado me sacude en la cara. Jamás me había sentado tan bien. La calle esta mojada. En unas pocas zancadas la sangre de mis suelas se ha mezclado con el agua de lluvia. Me abrocho el abrigo y me meto la corbata por dentro del traje. Comienzo a correr calle abajo. Hacia la avenida dónde todavía hay trafico. No miro atrás. Apenas pasan un par de coches. Ningún taxi. Me estoy pelando el culo de frío. Avanzo por la avenida, alejándome cada vez más del bar. En la habitación 237 alguien se ha dejado la ventana abierta porque estoy realmente congelado. El miedo se me ha pasado un poco. Es difícil determinar si los escalofríos son por el miedo o por los diez grados bajo cero. Veo un taxi de lejos y corro hacia él como un loco, saltando por el medio de la avenida. El coche se detiene. El turco que va al volante me pregunta algo en alemán.

-Hotel Regent, please.

Le respondo. Otra nueva parrafada en teutón y yo me monto en el coche. Al sentarme en el calor del interior del coche, me entran mareos. Tengo las manos y las orejas ardiendo, me duelen de veras. Creo que tengo ganas de vomitar. Por cortesía al amable taxista intentare aguantar hasta el hotel. El turco me mira por el espejo retrovisor. Estoy asfixiado y respiro fuerte. Le devuelvo la mirada y él continua con los ojos en la carretera. Me tranquilizo. A través del espejo solo puede ver a un tipo barrigudo a punto de cumplir los cuarenta, que se esta quedando calvo y que tiene la nariz y las orejas rojas de frío. No puede saber lo que acabo de ver. No puede saber que soy un españolito en viaje de negocios que había salido a tomar unas copas a ver si ligaba con alguna alemana borracha. No puede saber que hay monstruos y que se comen las entrañas de la gente. No, el turco no sabe nada de eso. Bastante tiene con conducir su taxi. El taxímetro marca once euros. Le pago con quince y salgo del taxi sin esperar respuesta.

En recepción pido mi llave. La chiquita que está de guardia me la entrega y me meto en el ascensor. Dos plantas más arriba me dirijo hacia la puerta de la habitación y entro en ella, dispuesto a fundirme con mi yo durmiente. Cuando me meta en la cama y me quede dormido me habré fundido con mi otro yo. El que lleva toda la noche dormido. Y mañana al despertar, la pesadilla habrá terminado. Sincronizo la alarma del móvil a las 6:35 de la mañana. Aún tengo cuatro horas para olvidarme de esta noche.

Alguien golpea mi puerta. Abro los ojos sobresaltado. Es Jaume. Me pregunta si ya estoy listo. No sé que responderle. Estoy en calzoncillos y he dormido con la camisa del traje puesta.

-¿Qué? ¿Ayer hubo fiesta?

Me pregunta. Balbuceo algo incoherente. Y él me dice que en cinco minutos tendremos el taxi en la puerta. Le digo que no se preocupe, no tardaré tanto. Hago lo que me falta de maleta y me lavo la cara en el lavabo. A los cuatro minutos salgo del ascensor en el recibidor de la entrada. Él ya esta allí con su equipaje preparado. Le pregunto si podemos desayunar algo. Él me dice que mejor en el aeropuerto. Aún es de noche en el exterior, cargamos las maletas en el taxi y Jaume se sienta delante con el taxista. Va hablando con él en alemán. Yo me dedico a mirar por la ventanilla. Al final no he tenido tiempo de ver la ciudad. Otra vez será.

Nuestro vuelo sale a las 8.35, a penas tenemos tiempo para un café rápido y nada de comer. Mi estomago me lo echa en cara durante el vuelo. Jaume me vuelve a preguntar por la noche anterior. En concreto que hice después de que él se fuera al hotel y me dejara con una analista irlandesa con la que habíamos estado reuniéndonos toda la semana. La verdad es que ni yo le interesaba, ni ella a mí. Así que nos fuimos cada uno a nuestros respectivos hoteles, no pasó más. Me mira con cara de pícaro. Yo sonrío y le digo que de verdad, no hay nada interesante que contar. Jaume está casado. Conocí a su mujer en un viaje que hicieron a Madrid. Una chica encantadora, demasiado para Jaume. No me malinterpretéis, Jaume me cae bien. Digámoslo así: Es buen compañero y muy trabajador pero no excesivamente fiel a la empresa. Es unos diez años más joven que yo y se le dejan se comerá el mundo. Tiempo al tiempo. Yo me conformo con bastante menos. Para empezar me gustaría dejar de viajar una temporada. Empecé en esta empresa hace doce años y todavía sigo siendo Analista de Sistemas, un cargo medio, tirando a menor. Así se ha premiado mi fidelidad. No me importa, la verdad. Me gusta mi rutina. Me gusta la gente con la que trabajo y no esta mal pagado. Me permite mis caprichos y pagar el piso en el que vivo.

Llegamos a Madrid sobre las once, me da pena el pobre Jaume, después de la reunión que tenemos en la oficina, él se tiene que coger otro avión a Barcelona. En el taxi de camino a la oficina me comenta que le ha parecido el viaje. Se le ve desencantado. Y aunque él no me ha dicho nada, ha llegado a mis oídos que se va ha marchar a la competencia. Le deseo mucha suerte, solo le echo en cara que no tenga la confianza para decírmelo personalmente después de tres años de trabajar juntos. Así es el mundo de los negocios. Avanzamos por la Castellana, en Madrid hace un sol radiante, aunque la temperatura también es baja. En casa de nuevo. Sonrío y se lo digo a Jaume. Habla por ti, me dice. Me río y le pido que me disculpe, no lo había pensado. Al pasar cerca de lo que fue el edificio Windsor me quedo mirándolo. Ahora es algo grotesco. Parece el esqueleto carbonizado de un titán. Se quemo hace unas semanas y todavía no saben porqué. Un edificio de 32 plantas en pleno centro de Madrid, ardió hasta los cimientos y nadie sabe como ha pasado. La verdad es que las imágenes eran espectaculares, lo vi por televisión, como media España. Jaume comenta que ellos también tienen sus cositas, a nosotros se nos queman los edificios y a ellos se les vienen abajo. Lo dice porque hace unas semanas se vinieron abajo unas cuantas casas en el barrio del Carmelo, por culpa de las obras subterráneas del metro. Quien esté libre de culpa que tire la primera casa. Por fin llegamos a nuestro destino.

La verdad es que no me he preparado lo que voy a decir a mi jefe. Confiaba en que Jaume hablara por mí y ese no va a ser el caso hoy. Así que en el ascensor me hago un esquema mental de lo que voy a decirles. No os aburriré con el trabajo que desempeño, solo unas pocas observaciones. Me dedico básicamente a ver que sistema de trabajo tienen nuestros clientes para crear luego una aplicación de software que les ayude a hacer más fácil su trabajo. Suena bien ¿eh? Y que puedo contarles de mi viaje a Munich. Pues no mucho. Básicamente podemos reutilizar un programa que ya hicimos para una empresa francesa, claro que eso me lo callo. Y en lugar de eso soltaré frases hechas para quedar bien y aparentar que hemos trabajado mucho. Jaume y yo salimos del ascensor, todavía cargados con las maletas. Las dejamos en mi despacho. Y con despacho quiero decir una mesa flanqueada por dos mamparas. Justo al entrar a mi puesto veo de refilón a Cristina. Le digo a Jaume que se ponga cómodo y que si quiere que le traiga algo. Me pide un botellín de agua. Yo voy a la mesa de Adela, mi soporte, y la pido por favor si me puede conseguir un botellín de agua y unos donuts o lo que sea. La doy diez euros y pongo la más encantadora de mis sonrisas. Ella me da la bienvenida y me dice que hará lo que pueda, la digo que después avise a Miguel Suárez de que ya estamos aquí. Busco con la mirada a Cristina. No esta en su mesa. Me vuelvo al despacho y me encuentro que Jaume se ha puesto realmente cómodo. Esta sentado en mi mesa y esta hablando por teléfono. Al parecer con su mujer. Me dice con los labios “Es personal”. Cierro y me doy la vuelta. Voy hasta la mesa de Adela, también está al teléfono, la cojo los diez euros y me voy a la zona de “vending”. Hay que joderse que haya que llamar a la zona donde se echa el cigarrillo y el café, “vending”, con lo bonito que es “Sala de maquinas”. Bueno pues voy a las maquinas de donuts y cafés. Justo cuando entro yo sale Cristina. Si me ha visto no se ha dado por aludida. Que el donut sea con chocolate. Últimamente me esta entrando complejo de hombre invisible. Saco los donuts de la maquina y me olvido del botellín de Jaume, así que vuelta al vending.

Cuando paso al lado de Adela me dice que ya ha avisado a Miguel, en un cuarto de hora en su despacho. ¿Podré desayunar en paz?. Jaume sigue al teléfono, le digo por gestos que continue y me lanzo a abrir el paquete de donuts. Mmmmmmmmmmm. Creía que iba a morir de inanición. Sé que no le viene bien a mi tripa, ni a mi dieta, ni a mis arterias pero que se le va a hacer. Dejo las gafas sobre el escritorio y me siento en la otra silla. Algo así como el recuerdo de una resaca se cruza por mi cabeza. Jaume me dice que ya está listo.

Miguel asiente en silencio a nuestra presentación. Parece que por ahora le hemos convencido. Jaume tiene mucha labia para estas cosas. Es de esas personas que saben hacer atractivas las cosas por muy aburridas que sean. A mi me gustaría poder ser también así. A veces tengo la sensación de que consigo hacer aburrido hasta lo que me apasiona. Hay personas que son comunicativas y otras que no. Jaume lo es, yo no. Por eso sigo en el puesto que sigo después de tantos años. Falta de carisma. Lo prefiero así, tengo las responsabilidades justas y un horario bastante decente. Suena a justificación y quizás lo sea.

Reafirmo prácticamente todo lo que dice Jaume y Miguel queda satisfecho. Aunque en mi cabeza surgen cientos de interrogantes y cabos sin atar que se transformaran en una buena factura telefónica con Alemania. Miguel nos convoca para otra reunión a mitad de la semana que viene y esta vez quiere ver papeles sobre la mesa. Jaume le contesta que no habrá problema. Creo que hacemos buen equipo: yo pienso y él habla por mí. Le voy a echar de menos si se va.

Nos despedimos de Miguel hasta la semana que viene y le deseamos buen fin de semana. Jaume sale en unos minutos de vuelta a Barajas. Yo tengo que recoger unas cuentas cosas y luego me iré a casa. Hoy es viernes y el horario de oficina es hasta las tres. Tengo toda la tarde libre.

Salgo de mi despacho y encuentro a Jaume hablando con Cristina. En realidad esta hablando con varias de las chicas de la oficina, me fijo en como le observan, todas embelesadas mientras ríen sus gracias. Me acerco a ellos y pregunto de qué hablan. Jaume me contesta que estaba contando lo contento que se pone de ver a tanta chica guapa en el trabajo. Así da gusto venir a trabajar a Madrid, dice. Sé que, evidentemente, no estaba contando eso, de todas formas el halago ha funcionado. Jaume se despide diciendo que si sigue aquí perderá el avión de vuelta. Todas se despiden de él amablemente y yo le digo que le acompaño al ascensor. En el trayecto le comento que el lunes le pasare los informes por correo electrónico, él me dice que sin problema, que en cuanto pueda me contesta. Me pregunta si voy a hacer algo el fin de semana, le contesto que probablemente el sábado salga con los amigos. Nos despedimos hasta el miércoles y él se va en el ascensor.

Vuelvo la vista atrás con la esperanza de encontrar la mirada de Cristina. No hay suerte, esta hablando con Adela. Me doy cuenta de que he olvidado la gabardina y vuelvo a mi despacho. A cruzarme con Cristina desvío la mirada de sus ojazos. Este juego es un poco estúpido. En el fondo sé que ella no tiene el más mínimo interés, Aún así alimento mis esperanzas con cada gesto, cada palabra, cada sonrisa de Cristina. Es absurdo por muchas razones y la principal es que se va a casar en unos meses. Ya tiene fecha y todo. Lleva con el mismo novio siete años. Yo la conozco hace dos. Y desde el primer día que puso los pies en esta oficina, yo vivo en un infierno. Porque en eso se ha convertido mi vida. Ella es la razón por la que no quiero irme a trabajar a otra empresa. Es la razón por la que me levanto cada mañana y vengo con ganas a trabajar. Es la razón por la que mi vida tiene un poco más de sentido. Y también es la razón de mis penas y de mi angustia. Fuente y solución de todos mis problemas. Esa es Cristina.

Finalmente salgo con mi maleta, mi gabardina y me despido de todos deseándoles buen fin de semana. Adela se despide igualmente y Cristina con un breve hasta luego. Antes de llegar al ascensor me encuentro con Hermida. Hermida es un informático que ha entrado hace unos pocos meses con el que me llevo muy bien. Me pregunta que tal me ha ido por la tierra de las frankfurts. Le contesto que bien, que he comprado un pirata de Springsteen que ya le pasaré. Él me contesta que ya esta esperándolo. Es fan del boss igual que yo.

Cojo el metro de vuelta a casa. No me gusta dejar el coche varios días aparcado en el centro cuando me voy de viaje, así que el metro es un mal menor. Es entretenido observar a la gente que viaja en él. Justo cuando me voy a tener que bajar de parada consigo asiento. Ya se sabe, la ley de murphy.

Me preparo la comida en casa, pasta de sobre y un filete casi crudo. Tiene delito que después de diez años viviendo solo no sepa cocinar un filete en condiciones. Después de comer me quedo dormido viendo la televisión. Apenas son unos veinte minutos pero me despejan del cansancio que acumulaba del viaje.

Decido ir a hacer la compra de la semana, (una costumbre heredada de mis padres) y me voy hasta el carrefour de Ciudad de la Imagen. Mucho más vacío y tranquilo que el resto de los que conozco. Durante toda la tarde tengo el síndrome de supermercado. Esa sensación como la del día siguiente de una gran fiesta. No es resaca, es como un sentimiento de vació que viene de las tripas. La sensación de haber perdido algo y no saber muy bien el qué. El síndrome se acrecienta recorriendo los pasillos del hipermercado. Las hileras de productos perfectamente alineadas me dan nauseas. Las ofertas de la semana terminan por hacerlo insoportable. De vuelta en el coche sigo dándole vueltas al asunto. No pienso demasiado en Cristina, que es normalmente quien me produce esta sensación.

En casa coloco las cosas en la nevera y en la despensa. Llamo a mis padres por teléfono para decirles que ya he llegado y que me pasaré más tarde a verles. Llamo a Manu y le pregunto si va a hacer algo hoy. Me dice que ha quedado con una amiga pero que Antonio le ha llamado y que mañana quedaremos todos. Me pregunta que tal por Alemania. Le contesto que nada del otro mundo. Cuelgo. Es una putada llegar a mi edad y seguir soltero, la mayoría de mis amigos se han casado y tienen hijos. Y no hay que imaginarse mucho la cantidad de veces que nos vemos al año. Así que la única solución suele ser los amigos que siguen solteros y hoy no ha habido suerte, así que este viernes me toca casa. No me quejo. En realidad no tengo muchas ganas de salir. Es más bien por charlar un rato con alguien. Me pondré una peli. Tengo una pila de Dvds sin abrir de la última vez que fui de compras en Londres. Y he traído dos más de Alemania.

Antes de cenar voy a casa de mis padres. Esta solo mi padre, me dice que mi madre a ido con unas amigas a no sé donde. No le presto mucha atención, el tampoco a mí. Está pintando un castillo hecho por él mismo en madera y corcho. Estoy una media hora en su casa y la verdad es que no nos contamos mucho. La verdad es que el hombre esta muy mayor ya. Viendo que mi madre no llega, decido irme a casa. Él me invita a quedarme a cenar pero le digo que ya la tengo preparada en casa. Y es verdad. He comprado unas pizzas en el supermercado.

En el coche de vuelta a casa voy escuchando la radio. Después de un rato me aburre. Pongo el disco que he comprado en Alemania, un disco pirata en directo de Bruce Springsteen. No suena mal, para ser un pirata.

Al llegar a casa consulto mi correo: el ordinario y el electrónico. Cartas de bancos y ofertas de pornografía gratuita. Escasa oferta. Lo mismo me ofrece la televisión. Nada. Pruebo con los canales digitales. Veo un rato “Los Simpson”, ya había visto este capitulo antes. Saco la pizza del horno y me pongo el dvd.

Durante la película suena el teléfono, es mi madre para preguntarme que tal el viaje. Me cuenta donde ha ido con las amigas y yo intento deshacerme de ella cuanto antes. La peli esta interesante.

Al rato me suena el móvil, es Manu. Me dice que ha dejado a su amiga en casa y que si me apetece tomarme una cerveza. Le digo que no, que estoy en pijama y que ya no tengo ganas. En cuanto acabe la peli me voy a la cama. Si me dejan terminarla.

Un poquito antes del final me quedo dormido. Me estaba gustando, pero el sueño ha podido conmigo. Decido acabar de verla mañana. Recojo la mesa y pongo el lavavajillas de la comida. Son casi las doce de la noche. Estoy agotado.

Abro la cama para meterme dentro. Vaya día, creía que no se acabaría nunca. Y mañana es sábado. No pongo el despertador. Voy a pegarle una paliza a la cama, dormiré hasta reventar. Apago la luz y me estiro. Pienso en Cristina y a los dos segundos vuelvo a levantarme.

¿A quién pretendo engañar? Voy a la mesilla de noche y cojo el teléfono móvil. ¿Realmente quiero ver lo que hay guardado dentro? No sería mejor que todo fuera fruto de la pesadilla de una mala digestión. Visto ahora desde Madrid, en mi casa, me parece una tontería siquiera mirar si hice alguna foto. ¿Qué tengo que ganar con ello?. Nada. ¿Qué tengo que perder? La cordura. Está claro paso de ello. Vuelvo a dejar el teléfono en su sitio. La foto es la única prueba física que tengo de que anoche paso lo que creo que pasó. A lo mejor no hay ninguna foto en el teléfono, o no había luz y no se puede ver nada, a lo mejor... Menú/ver imágenes/última foto… mierda.

Uno puede intentar engañar a los demás y aparentar que no ha pasado nada pero nunca podemos engañarnos a nosotros mismos. La prueba esta en la pantalla del móvil, la calidad es mala y hay poca luz. Pon todas las pegas que quieras, la realidad sigue estando ahí. La foto no miente. Una pared de color verde con símbolos y letras dibujadas sobre ella, en la foto aparecen de color negro. Yo sé que no eran de ese color. Ahora sí que voy a vomitar.